14.2.16

Carta a una abuela. La nuestra

A Carmen Perez:


Nuestros veranos ya no van a ser tan azules como cuando jugábamos al parchís todos juntos en el jardín o como cuando hacíamos guerra de globos y jugábamos a la pelota en el patio.
Se nos ha quedado grabado en la mente la teoría física por la cual tu hacías que las galletas se quedaran perfectas flotando en nuestros vasos de leche.
Contigo los colchones crecían de forma mágica y en ellos nos metíamos hasta siete nietos. Echaremos de menos tus pilas de Duracell que duraban y duraban.... y nunca se agotaban; el olor a azafrán tan dulce que dejaban tus guisos en tu ropa y por todos los rincones de la casa.
Contigo creímos en las historias de heroínas. De pequeños te veíamos hasta con capa para poder volar a todas las ciudades donde estábamos y ayudarnos cuando más te necesitábamos.
También veíamos tu coraza de acero que tan bien combinabas con tus faldas de seda para hacerte fuerte cuando venían los malos momentos.
Recordamos perfectamente como jugábamos entre telas y retales en la antigua trastienda mientras tu vigilabas pacientemente que no nos hiciéramos daño, aunque contigo las heridas y raspaduras no picaban tanto.
Pero hablemos de lugares... porque contigo las hamacas parecían el mejor lugar del mundo para pasar las tardes de verano, el porche convertía en la mejor selva que pudiéramos imaginar con la ropa recién tendida como si de lianas se trataran. Y la despensa en el mejor lugar para desaparecer.
Y si hablamos de sensaciones, no había sonido más feliz que la cuchara de madera repicando contra la gran sartén anunciando nuestro plato favorito , ni el tacto de tus besos con carmín rojo sobre nuestras mejillas.
Ya han pasado unos cuantos días, abuela. No puedo decir que no estemos tristes y que no vayamos a echar de menos esos besos de pajarito y tu guiño de ojos. Pero tendremos que aprender las distintas formas en las te nos vas a representar cada día. 

Gracias por tanto