Cuando aquella noche Emma se acostó hizo su singular examen de conciencia; en el repasaba momentos de la jornada y hacia un exhaustivo análisis a todos los comportamientos y palabras que había dicho. Era meticulosamente crítica, dura si cabe, con ella misma y no pasaba por alto ningún pequeño error.
-Estoy loca-. Y se tapó la cabeza con la almohada porque sus pensamientos se le habían convertido en algo demasiado vergonzoso.
Al día siguiente mientras recorría sonámbula su casa a las 7 de la mañana comiéndose un croissant y poniéndose los pantalones por la pierna equivocada, pensó que esa semana como poco podría ser intensa.
-¡EMMAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA!-gritó su madre desde la cocina. –Llegas otra vez tarde a clase, esto no puede seguir así, de verdad que no ¿tú te crees que esto es marcha Em..?
Su perorata se vio interrumpida con el beso al aire y el adiós rápido de su hija que cerraba la puerta de casa.
Salió del portal echando ascos del sueño que tenía, se terminó de abrochar el pantalón y se dio cuenta de lo mal que había escogido la ropa aquella mañana. Y mientras que terminaba de masticar el croissant, una mano fuerte y grande le sorprendió por detrás.
En menos de 3 segundos por su mente circularon más de 40 pensamientos, y cuando se giró y vio la cara de su cazador ni siquiera fue capaz de proclamar un grito. El alma se le vino a los pies y por poco se cae y no precisamente del susto.
-¿Qué haces aquí?
- Vengo a verte ¿qué si no?
- Pues ya puedes largarte.
Él la cogió de la mano con un movimiento rápido. Demasiado para Emma. El coraje y la angustia de los últimos 2 años le vinieron de golpe y no pudo por menos que gritar y sacar toda la furia contenida.
-¡NO QUIERO SABER NADA DE TI!, ¡NUUNCA!.
Le propinó un fuerte puntapié con lo que asegurarse de que no le siguiera, en realidad no serviría de mucho porque él era muy fuerte y podría haberla cogido en cualquier caso.
El dejo que Emma se marchara, y mientras ella corría por la calle hasta llegar al metro la observo con avidez.
–No te puedes imaginar lo que he pensado en ti, Emma. Lo siento…- y lo dijo en voz alta aunque ella no pudiera ni le interesara oír todo aquello.
Lo más duro de marcharse de la ciudad hacia dos años había sido separarse de ella. Odiaba las despedidas, y más las palabras. Asique prefirió irse sin más, como había llegado sin dejar rastro.
Se dio la vuelta, y muy lentamente se fumó un pitillo. Acto seguido montó en su imponente Harley y se marchó de allí.
El metro tiene algo inquietante por un lado la biodiversidad de personajes que se encuentra uno, por no hablar de los olores. Pero esa mañana ni siquiera todo aquel circo subterráneo la tranquilizó. Sentía como desde hacía semanas que le faltaba el aire, y estiró su cuello por encima de las demás cabezas para tomar aire.
Cuando llego a clase no pudo más que tirarse en los brazos de Teo y comenzar a llorar. Y todo lo que no le había contado en 5 meses se lo conto solo con una mirada.
-No jodas Emma ,ha vuelto…-fue su unica respuesta porque la profesora ya entraba a clase.
La semana paso como un suspiro, y la siguiente y la siguiente. Y sin ninguna sorpresa más, por lo que Emma pensó que el ya habría desistido e hizo lo mejor que sabía hacer: olvidarse del asunto.
Teo observaba a Emma desde la distancia, como había hecho siempre. Con el continuo y confuso lio de sentimientos hacia ella.
La conocía demasiado bien, por eso lo despistada que estaba (más de lo habitual) le daba una idea certera sobre lo que pasaba por su cabeza siempre en continua agitación.
-Venga Emma, esta tarde te recojo a las 6, y nos vamos al río, a pasear
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