10.5.11

Ella. Ella se deshacía en el deseo. En el deseo de ti.
En su deseo dibujaba sueños de tenerte alejado del mundo, cerquita de su piel.
 Se fundió el mar con la tierra, y las nubes con las copas de los arboles.
El sol calentó sus pieles e hizo brotar las hojas de la nueva primavera.
El vino mejoró con los años, sus pies se endurecieron por la árida tierra y el mar la vio llorar sin cesar.
Y Él. Él no llegaba...
Y finalmente el día, y la noche alternandose cíclicamente.
Sin más sentido que la resistencia ante el injusto tiempo.
 Porque sus días sin tí parecían no tener noches, le faltaba el aire al respirar, un aliciente para saber con certeza que seguía con vida por el mundo.
El pecado peor castigado. 
 Le faltaban a los días un poco de tí.

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