30.5.12
Méknes (I)
Accedimos a reinventarnos, para no dejar de querernos.
Accedimos a tomarnos de la mano, en viejos cafés de Meknes mientras sorbíamos de poco a poco té amargo.
Buscamos por puestos y mercadillos pinturas para tus cuadros y telas para mis vestidos. Nos divertimos dibujando los perfiles que proyectaban nuestros cuerpos en las paredes de la casa y antes de dormir me contabas historias sobre caseríos y narcos en las selvas de Colombia, que inventabas sobre la marcha.
Cuando no estábamos juntos no nos extrañábamos, y cuando estábamos en casa nos buscábamos por los rincones más pequeños de la sala.
Conseguí que encajaran tus círculos con mis mañanas, y tu conseguiste descifrar mis misterios de uno a uno.
Cuando dejabas Meknes por largas temporadas, me costaba conciliar el sueño sin tus historias las dos primeras semanas. Más tarde mi cabeza emprendía nuevos proyectos y solía ir a la reuniones de los nuevos escritores que despuntaban tímidamente por la ciudad. Las reuniones acababan en borrachera y con algún chico inexperto haciéndome el amor, encima de la cama. Pero eso a ti no te importaba.
No estábamos juntos, no llegamos aclarar nunca nuestra situación porque no hacía falta. Sabíamos que tus círculos cuadraban con mis mañanas, y eso sí era un compromiso de por vida.
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