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Me desperté de golpe y con un serio dolor en la mandíbula y la rara sensación de la última pesadilla de la noche que me había hecho sudar frío y miedo durante al menos dos horas. Me tranquilicé al ver una serena luz colándose por el ventanal del salón y ver a Jack durmiendo en el cuarto plácidamente. Saqué tan solo una pierna del calentito edredón y deslice mi pie derecho para rozar con la punta de los pies la helada loza del suelo.
A medida que dejaba calar en mí el frío que subía por mi cuerpo a través del dedo pequeño de mi pie empezaba a sentirme más segura y alejada del mundo de los sueños. Me fui incorporando lentamente de la cama para no despertarlo. Desechando por completo la idea de volver a dormir.
Me dio miedo volver a tener otra de aquellas pesadillas que últimamente me asediaban y preferí dirigirme a la cocina para calentar un poco de leche.
Eran las seis de la mañana.
Siempre me había gustado la leche fría. Incluso de pequeña la tomaba para acompañar la cena sustituyendo el agua, que por lo general me daba mucha pereza beber.
Me puse a divagar durante varios minutos más, y de pronto mi mirada se detuvo en el florero con unas tristes margaritas ya casi marchitas. Y pensé que estaban un poco como yo.
No se me ocurrió algo mejor que echarles un poco de leche que me había sobrado en la taza. Si a mi me funcionaba la leche fría para olvidarme de las pesadillas seguro que a ellas les funcionaba para que quitaran esa pose tan pusilánime de flor amarillenta y viejuna.
Abandono la taza ya vacía en el fregadero y voy directa a la ducha. Una ducha con agua bien caliente.
Se me han quedado los dedos arrugados y las palmas de la mano. Estoy sentada en el suelo de la ducha dejando que el agua caiga por mí. Estoy tan absorta que ni siquiera he notado la presencia de Jack en el marco de la puerta.
-¿Pesadillas de nuevo?
Joder, que susto. Le perdonó porque se acerca y me da un beso aunque me araña con su barba.
Jack, Jack... con su capacidad de enamorarme cada día. Tiene el mayor repertorio de besos que he podido ver en mi vida. Y eso es algo que una chica no puede dejar escapar, ¿no?
-Venga ya es hora... sal del agua pez globo. Y me acerca una toalla.
Mientras salgo de la ducha, mojando todo el suelo percibo el detalle que ha retirado su mirada de mi cuerpo desnudo. Y aprecio el detalle. Desde hace un par de meses no soporto mi cuerpo, ni la idea de el.
Jack lleva una intensa campaña muy pro. En ocasiones la batalla se vuelve silenciosa, es cuando mejor lo paso porque incluso bajo su atenta mirada me permito más licencias. Y en otras ocasiones se torna agresiva, desquiciante y sobre todo desesperante para él. No entiende nada, y me da pena ver su mirada, porque Jack tiene los ojos azules, ¿sabes? Pero cuando me ve sombría, cuando no me dejó tocar ni que me vea se le vuelve la mirada opaca y grisácea.
Muchos días, cuando tengo pesadillas y me levantó con pesadillas siguiendo el ritual de leche y flores, juego con la idea de que cualquier día se cansará y se ira. Simplemente eso, se rendirá. Pero hasta el momento no hay señales de rendición, lo cual lo convierte en un ser jodidamente adorable.
Me acercó al vestidor.Ya no tengo medias negras limpias. Pero es que hoy un día perfecto para llevar por la ciudad unos zapatos rojos con tacón alto vertiginoso y una cazadora como la piel del caimán. Fuerte, casi inquebrantable, que me haga inquietante a la par de misteriosa y que atemorice a los demás, pero solo un poco. No quiero asustar a Jack. El resto de mortales me dan ligeramente igual.
Salgo del portal con mi chupa como la piel del caimán. Que a medida que me acerco al metro, a la gente, a las conversaciones, y a las banalidades se va desvaneciendo para dejarme prácticamente sola con mis imperfecciones y unos tacones rojos deslucidos que han resultado muy mala opción porque llueve mucho.
A medida que dejaba calar en mí el frío que subía por mi cuerpo a través del dedo pequeño de mi pie empezaba a sentirme más segura y alejada del mundo de los sueños. Me fui incorporando lentamente de la cama para no despertarlo. Desechando por completo la idea de volver a dormir.
Me dio miedo volver a tener otra de aquellas pesadillas que últimamente me asediaban y preferí dirigirme a la cocina para calentar un poco de leche.
Eran las seis de la mañana.
Siempre me había gustado la leche fría. Incluso de pequeña la tomaba para acompañar la cena sustituyendo el agua, que por lo general me daba mucha pereza beber.
Me puse a divagar durante varios minutos más, y de pronto mi mirada se detuvo en el florero con unas tristes margaritas ya casi marchitas. Y pensé que estaban un poco como yo.
No se me ocurrió algo mejor que echarles un poco de leche que me había sobrado en la taza. Si a mi me funcionaba la leche fría para olvidarme de las pesadillas seguro que a ellas les funcionaba para que quitaran esa pose tan pusilánime de flor amarillenta y viejuna.
Abandono la taza ya vacía en el fregadero y voy directa a la ducha. Una ducha con agua bien caliente.
Se me han quedado los dedos arrugados y las palmas de la mano. Estoy sentada en el suelo de la ducha dejando que el agua caiga por mí. Estoy tan absorta que ni siquiera he notado la presencia de Jack en el marco de la puerta.
-¿Pesadillas de nuevo?
Joder, que susto. Le perdonó porque se acerca y me da un beso aunque me araña con su barba.
Jack, Jack... con su capacidad de enamorarme cada día. Tiene el mayor repertorio de besos que he podido ver en mi vida. Y eso es algo que una chica no puede dejar escapar, ¿no?
-Venga ya es hora... sal del agua pez globo. Y me acerca una toalla.
Mientras salgo de la ducha, mojando todo el suelo percibo el detalle que ha retirado su mirada de mi cuerpo desnudo. Y aprecio el detalle. Desde hace un par de meses no soporto mi cuerpo, ni la idea de el.
Jack lleva una intensa campaña muy pro. En ocasiones la batalla se vuelve silenciosa, es cuando mejor lo paso porque incluso bajo su atenta mirada me permito más licencias. Y en otras ocasiones se torna agresiva, desquiciante y sobre todo desesperante para él. No entiende nada, y me da pena ver su mirada, porque Jack tiene los ojos azules, ¿sabes? Pero cuando me ve sombría, cuando no me dejó tocar ni que me vea se le vuelve la mirada opaca y grisácea.
Muchos días, cuando tengo pesadillas y me levantó con pesadillas siguiendo el ritual de leche y flores, juego con la idea de que cualquier día se cansará y se ira. Simplemente eso, se rendirá. Pero hasta el momento no hay señales de rendición, lo cual lo convierte en un ser jodidamente adorable.
Me acercó al vestidor.Ya no tengo medias negras limpias. Pero es que hoy un día perfecto para llevar por la ciudad unos zapatos rojos con tacón alto vertiginoso y una cazadora como la piel del caimán. Fuerte, casi inquebrantable, que me haga inquietante a la par de misteriosa y que atemorice a los demás, pero solo un poco. No quiero asustar a Jack. El resto de mortales me dan ligeramente igual.
Salgo del portal con mi chupa como la piel del caimán. Que a medida que me acerco al metro, a la gente, a las conversaciones, y a las banalidades se va desvaneciendo para dejarme prácticamente sola con mis imperfecciones y unos tacones rojos deslucidos que han resultado muy mala opción porque llueve mucho.
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